Otra vez ese mamarracho con la música al palo...
Y así transcurrían los días en la vida
de Lucho. Había días de paz y días Calamaro; esos eran los peores.
Pero lo maravilloso de esta historia,
además de que en el hogar de Lucho eran siempre las ocho menos diez, es que su
casa, como las del resto del barrio tenía paredes casi transparentes. Todo se
escuchaba. Todo. Las conversaciones, las
peleas, los perros y sobre todo la música.
El problema: el Aiwa Killer Power 5000 de
su vecina Moni, una bizarreada de la tecnología que parecía sonar dentro de la
casa de Lucho. Y aunque no siempre era así, cuando sucedía existían dos
posibilidades en el mundoluis: la primera, que escuchara la ‘música’ mientras
escribía relatos. La segunda, que puteara y golpeara las paredes con
vehemencia, maldiciendo a la abuela de Moni y a su nieta, deseando tener un
Marshall jcm 800, para
poner la distorsión al palo y dejar la guitarra frente a la cabina, creando así
un espacio único en el que la física se encargara de emular sonidos del infierno
que entrarían en los oídos de Moni como un enjambre de agujas, haciendo de su turbación
el deleite de Luzbel.
Pero falta un tiempito para el Marshall,
al menos eso creo yo. Luis cree que lo conseguirá muy pronto.
Y así transcurrían los días en la vida
de Lucho. Había días Redondos y días de bomba loca; esos eran los peores.
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